Hotel Astoria, 2 noche en el centro de Coimbra, Portugal

Con casi un año de antelación, reservé una habitación de matrimonio en el Hotel Astoria de Coimbra, ciudad al norte de Portugal, cerca de Oporto.

No elegímos el hotel por nada en particular, simplemente por ser el único que permitía la reserva con tanta antelación, dado que el fin de semana que pasariamos en Coimbra sería el de los dos conciertos consecutivos de U2.

Como en otros tantos hoteles, los propietarios dedican más tiempo a maquillar y mostrar las maravillas y bondades de su establecimiento en la red, que a reformar y arreglar el establecimiento en si.

El Hotel Astoria está ubicado en el centro comercial de Coimbra, el centro geográfico es la ciudad vieja, de calle empinadas y peatonales, en un viejo edificio a la orilla del rio Mondego y junto a la calle peatonal que termina en la animada Plaza del Comercio.

Hotel Astoria de Coimbra:

El viejo edificio, publicitado como Art Deco restaurado, no es más que un viejo edificio que mantiene toda la infraestructura de la época, empezando por el ascensor, del siglo pasado, bastante pequeño y lento.

Nuestra habitación tocó en la cuarta planta, en una especie de entresuelo gracias al cual llegamos por las indicaciones de los pasillos.

La habitación era tan amplia como obsoleta y la primera impresión que recibimos nada más abrir la puerta fue una bofetada de olor a humedad y cañería vieja.

La habitación la componen tres estancias diferenciadas. Frente a la entrada, el baño, seguido de una especia de salón sin sentido y al final del todo el dormitorio, más propio de una abuela que de un hotel de 3 estrellas.

El baño era la única estancia sin enmoquetar, y viendo el estado de que esta presentaba en las otras estancias, casi que se agradece. Un baño antiguo, desprendiendo olor a tubería vieja, con una bañera antigua sin presión, con lo que el agua caliente costaba llegar. Además, durante la noche, se hacía más molesto el goteo de unos de los grifos.

La estancia intermedia, a modo de salón y por supuesto enmoquetada, disponía de un sofá, en el que no me atreví a sentarme frente al cual se situaba un aparador con una cestita de frutas, por supuesto, tampoco la probamos.

El dormitorio amplio, dispone de un armario rescatado de alguna de las viejas casas que pueblan la ciudad, del que abrir una puerta se convertía en un suplicio por la humedad existente.

La cama, de matrimonio, disponía de un colchón duro, sobre un somier ruidoso. Dar la vuelta en plena noche se convertía en todo un espectaculo de ruido.

Frente a la cama, un mini aparador con una mini televisión, de no más de 15 pulgadas, imposible divisar desde la cama.

La moqueta que cubría las dos principales estancias presentaba un color  más claro y limpio en los bordes cercanos a las paredes, mientras que en el resto del piso, se podía apreciar manchas.

Lo único que destacaría de este hotel es su desayuno, no por ser del tipo continental, como en muchos otros hoteles, sino por sus postres, sobre todos los pastelitos de crema de Belem, de los que dí debida cuenta en mis dos desayunos.

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